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    DESDE NUESTRO RINCÓN DE LUCHA


    Desde nuestro rincón de lucha: memorias de una década de injusta prisión (Arandurã, 2017) es mucho más que un simple libro. Es la reunión de tristes, indignantes y vigorosos relatos de esos seis hombres que fueron objeto de la justicia burguesa por levantarse contra las desgracias del capitalismo, contra la falta de tierra, pan y justicia. Se levantaron contra el poder de la narco oligarquía paraguaya y extranjera, de los altos burócratas y de los grandes terratenientes que asesinan, como en Brasil, a todos aquellos que se atreven a decir: si las manos son nuestras, es nuestro lo que nos den!

    La importancia del libro, que reúne, además de otros escritos, las cartas intercambiadas entre los campesinos y las organizaciones políticas de toda América Latina, está en denunciar lo que ni siquiera los gobiernos progresistas lograron revertir: la criminalización de las luchas sociales.  

    Es muy esclarecedora una parte de las cartas en el que dicen los 6 campesinos que “Lo que muchos se les escapa de vista es que en el progresismo los medios de producción permanecen en manos de la burguesía y que se mantiene el régimen de explotación del hombre por el hombre.” (p. 165 del libro).

    El caso de los seis campesinos pasó por los gobiernos de Fernando Lugo, en Paraguay, y de Cristina Kirchner, en Argentina, dos enaltecidos progresistas, sin que ninguno de ellos haya tomado la decisión de poner fin a la persecución llevada a cabo contra los seis campesinos. Lo mismo en Brasil, con Lula.

    Al final, comprar una pelea de esa altura significaría desestabilizar toda una plataforma electoral pautada en alianzas políticas esdrújulas, algo que aún asombrará a los gobiernos “progresistas” de la Región, incluso en Brasil, e indirectamente a la izquierda como un todo.

    El caso de los seis campesinos es sintomático. La criminalización de las luchas sociales y de las organizaciones políticas, con sus militantes y dirigentes, sólo ha aumentado en los últimos años en Paraguay. La masacre de Curuguaty forma parte de ese proceso. Pero el caso “de los seis” ofrece una clave importante para dimensionar la hipocresía del actual sistema productivo: no hay democracia burguesa y garantías judiciales que se mantengan incólumes delante a la lucha popular que ponga en cheque mínimamente las estructuras de supervivencia y reproducción del capital.

    La prisión política es el lugar de aquel que se atreve a luchar. Este es el mensaje proclamado en alto y con buen sonido por la Justicia paraguaya con el auxilio de la Justicia argentina en el caso de los seis campesinos cuyas palabras son una verdadera invitación a la rebeldía.

    “Hacemos un llamado a romper el cerco mediático del miedo que nos han impuesto nuestros enemigos de clase, todos aquellos que se dedican a superar el miedo pueden venir a visitarnos en nuestro rincón de lucha en la Cárcel de Tacumbú.” (Los seis campesinos: Agustín Acosta, Arístides Vera, Basiliano Cardozo, Gustavo Lezcano, Roque Rodríguez y Simeón Bordón, p. 195).

    En uno de sus poemas, Aristides Diaz Peña escribe: “centinela, visionario del horizonte, brilla en sus ardientes sueños el sabor de las próximas cosechas y del alba de la libertad”. Agustín, Arístides, Basiliano, Gustavo, Roque y Simeón son ejemplos de centinelas visionarios cuyos sueños se construyen a cuatro, ocho, infinitas manos.

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    Desde nuestro rincón de lucha: memorias de una década de injusta prisión (Arandurã, 2017) es mucho más que un simple libro. Es la reunión de tristes, indignantes y vigorosos relatos de esos seis hombres que fueron objeto de la justicia burguesa por levantarse contra las desgracias del capitalismo, contra la falta de tierra, pan y justicia. Se levantaron contra el poder de la narco oligarquía paraguaya y extranjera, de los altos burócratas y de los grandes terratenientes que asesinan, como en Brasil, a todos aquellos que se atreven a decir: si las manos son nuestras, es nuestro lo que nos den!

    La importancia del libro, que reúne, además de otros escritos, las cartas intercambiadas entre los campesinos y las organizaciones políticas de toda América Latina, está en denunciar lo que ni siquiera los gobiernos progresistas lograron revertir: la criminalización de las luchas sociales.  

    Es muy esclarecedora una parte de las cartas en el que dicen los 6 campesinos que “Lo que muchos se les escapa de vista es que en el progresismo los medios de producción permanecen en manos de la burguesía y que se mantiene el régimen de explotación del hombre por el hombre.” (p. 165 del libro).

    El caso de los seis campesinos pasó por los gobiernos de Fernando Lugo, en Paraguay, y de Cristina Kirchner, en Argentina, dos enaltecidos progresistas, sin que ninguno de ellos haya tomado la decisión de poner fin a la persecución llevada a cabo contra los seis campesinos. Lo mismo en Brasil, con Lula.

    Al final, comprar una pelea de esa altura significaría desestabilizar toda una plataforma electoral pautada en alianzas políticas esdrújulas, algo que aún asombrará a los gobiernos “progresistas” de la Región, incluso en Brasil, e indirectamente a la izquierda como un todo.

    El caso de los seis campesinos es sintomático. La criminalización de las luchas sociales y de las organizaciones políticas, con sus militantes y dirigentes, sólo ha aumentado en los últimos años en Paraguay. La masacre de Curuguaty forma parte de ese proceso. Pero el caso “de los seis” ofrece una clave importante para dimensionar la hipocresía del actual sistema productivo: no hay democracia burguesa y garantías judiciales que se mantengan incólumes delante a la lucha popular que ponga en cheque mínimamente las estructuras de supervivencia y reproducción del capital.

    La prisión política es el lugar de aquel que se atreve a luchar. Este es el mensaje proclamado en alto y con buen sonido por la Justicia paraguaya con el auxilio de la Justicia argentina en el caso de los seis campesinos cuyas palabras son una verdadera invitación a la rebeldía.

    “Hacemos un llamado a romper el cerco mediático del miedo que nos han impuesto nuestros enemigos de clase, todos aquellos que se dedican a superar el miedo pueden venir a visitarnos en nuestro rincón de lucha en la Cárcel de Tacumbú.” (Los seis campesinos: Agustín Acosta, Arístides Vera, Basiliano Cardozo, Gustavo Lezcano, Roque Rodríguez y Simeón Bordón, p. 195).

    En uno de sus poemas, Aristides Diaz Peña escribe: “centinela, visionario del horizonte, brilla en sus ardientes sueños el sabor de las próximas cosechas y del alba de la libertad”. Agustín, Arístides, Basiliano, Gustavo, Roque y Simeón son ejemplos de centinelas visionarios cuyos sueños se construyen a cuatro, ocho, infinitas manos.

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