Bienvenidos a Centro Rosa Luxemburgo
ESTRECHAMENTE VIGILADOS POR LA LOCURA, HÉCTOR ANABITARTE
Este es un libro mítico. Publicado en 1982 en Barcelona, citado profusamente en Baños, fiestas y exilios, aludido en conversaciones de obsesionados por la historia homosexual argentina, todos hablaban de él, pero pocos lo habían podido leer.
Desde el exilio, Héctor Anabitarte compone a través de pequeñas historias, recuerdos y reflexiones una especie de autobiografía colectiva. Un álbum de la vida queer periférica, cuando el concepto de orgullo todavía no se asomaba, ni el de queer había llegado hasta estas latitudes. Un desfile de personajes tragicómicos, figuritas difíciles y mostras inconseguibles de nuestro pasado reciente.
Pero sobre todo es un libro de amor. Amor por las amistades, amor por los compañeros de militancia, amor por los amantes pasajeros. Y es que, como sostiene Alejandro Modarelli en el prólogo, "no hay hecho que, por pequeño, por íntimo, no esté llamado a ser reclutado en la historia universal".
Héctor Anabitarte fue delegado del sindicato de correos desde muy joven y militante del Partido Comunista, tuvo la osadía de pensar, cuando promediaba la década del ’60, que ser “homosexual” no era un hábito privado, sino una identidad que merecía la pena defender. Lo comunicó por carta a su partido, fue aislado de toda responsabilidad aun cuando era un cuadro medio y se lo mandó a hacer terapia como si estuviera enfermo. En los ’70 fundó, en alianza con intelectuales como Juan José Sebreli, Néstor Perlongher, Blas Matamoro y otros, en alianza con la Unión de Mujeres Feministas, el Frente de Liberación Homosexual. En 1977, como tantos, tuvo que exiliarse. Todavía vive en España donde nunca dejó de militar, desde su identidad, no sólo como homosexual, sino como oprimido.
ESTRECHAMENTE VIGILADOS POR LA LOCURA, HÉCTOR ANABITARTE
Este es un libro mítico. Publicado en 1982 en Barcelona, citado profusamente en Baños, fiestas y exilios, aludido en conversaciones de obsesionados por la historia homosexual argentina, todos hablaban de él, pero pocos lo habían podido leer.
Desde el exilio, Héctor Anabitarte compone a través de pequeñas historias, recuerdos y reflexiones una especie de autobiografía colectiva. Un álbum de la vida queer periférica, cuando el concepto de orgullo todavía no se asomaba, ni el de queer había llegado hasta estas latitudes. Un desfile de personajes tragicómicos, figuritas difíciles y mostras inconseguibles de nuestro pasado reciente.
Pero sobre todo es un libro de amor. Amor por las amistades, amor por los compañeros de militancia, amor por los amantes pasajeros. Y es que, como sostiene Alejandro Modarelli en el prólogo, "no hay hecho que, por pequeño, por íntimo, no esté llamado a ser reclutado en la historia universal".
Héctor Anabitarte fue delegado del sindicato de correos desde muy joven y militante del Partido Comunista, tuvo la osadía de pensar, cuando promediaba la década del ’60, que ser “homosexual” no era un hábito privado, sino una identidad que merecía la pena defender. Lo comunicó por carta a su partido, fue aislado de toda responsabilidad aun cuando era un cuadro medio y se lo mandó a hacer terapia como si estuviera enfermo. En los ’70 fundó, en alianza con intelectuales como Juan José Sebreli, Néstor Perlongher, Blas Matamoro y otros, en alianza con la Unión de Mujeres Feministas, el Frente de Liberación Homosexual. En 1977, como tantos, tuvo que exiliarse. Todavía vive en España donde nunca dejó de militar, desde su identidad, no sólo como homosexual, sino como oprimido.