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SPINOZA, DIEGO TATIÁN


Lo obvio, lo dado, es la existencia, no la nada. Se parte de la afirmación de la sustancia, de la afirmación de la producción infinita de todas las cosas por parte de una sustancia que posee, ontológicamente, una generosidad infinita de producción. Por lo tanto, no hay lugar para la nada ni privilegio alguno para la no existencia. No hay lugar lógico, ni tampoco ético. Porque esta preeminencia de la existencia sobre la no existencia, del ser sobre la nada, tiene una correlación muy importante, en el pensamiento de Spinoza, con la preeminencia de la vida sobre la muerte y de la filosofía como manera de vivir sobre la filosofía como manera de morir. El hombre vive, y el filósofo hace lo mismo. En nada piensa menos que en la muerte. Y su filosofía es una filosofía de la vida y no una filosofía de la muerte. Al afirmar esto, Spinoza rompe con toda una tradición, que se remonta hasta Platón, para quien la filosofía es aprender a morir. Los estoicos decían que la filosofía es “un comentario de la muerte”; Montaigne, que filosofar es prepararse para morir. Para Hegel, la muerte es la negatividad máxima, que libera al espíritu encerrado en la naturaleza; el hombre es la muerte misma, la cólera de Dios sobre lo dado, la violencia sobre lo existente para dialécticamente realizar el espíritu. En fin, toda una tradición que hace de la filosofía un coloquio con la muerte -y que llega hasta Heidegger y su manera de concebir al hombre como un “ser para la muerte”.

SPINOZA, DIEGO TATIÁN

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SPINOZA, DIEGO TATIÁN


Lo obvio, lo dado, es la existencia, no la nada. Se parte de la afirmación de la sustancia, de la afirmación de la producción infinita de todas las cosas por parte de una sustancia que posee, ontológicamente, una generosidad infinita de producción. Por lo tanto, no hay lugar para la nada ni privilegio alguno para la no existencia. No hay lugar lógico, ni tampoco ético. Porque esta preeminencia de la existencia sobre la no existencia, del ser sobre la nada, tiene una correlación muy importante, en el pensamiento de Spinoza, con la preeminencia de la vida sobre la muerte y de la filosofía como manera de vivir sobre la filosofía como manera de morir. El hombre vive, y el filósofo hace lo mismo. En nada piensa menos que en la muerte. Y su filosofía es una filosofía de la vida y no una filosofía de la muerte. Al afirmar esto, Spinoza rompe con toda una tradición, que se remonta hasta Platón, para quien la filosofía es aprender a morir. Los estoicos decían que la filosofía es “un comentario de la muerte”; Montaigne, que filosofar es prepararse para morir. Para Hegel, la muerte es la negatividad máxima, que libera al espíritu encerrado en la naturaleza; el hombre es la muerte misma, la cólera de Dios sobre lo dado, la violencia sobre lo existente para dialécticamente realizar el espíritu. En fin, toda una tradición que hace de la filosofía un coloquio con la muerte -y que llega hasta Heidegger y su manera de concebir al hombre como un “ser para la muerte”.

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