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SIN ESPERANZA Y SIN MIEDO: CÍNICOS, ESTOICOS Y EPICÚREOS
Leonor Silvestri
Amena, irreverente y provocadora vulgata, el libro recoge los cursos que durante el reciente confinamiento, la autora impartió en su afán de rescatar de filosofía clásica helenística de "los claustros de las altas casas de estudio" que la fosilizan. El hilo conductor: cómo construir una existencia feliz, cómo salir de los marcos establecidos, cómo romper con la norma de una vida pautada y reglada al milímetro. Y para ello, ¿qué mejor que repasar tanto las concepciones como las prácticas de los pensadores cínicos, estoicos y epicúreos?
Alguna vez la filosofía supo ser mucho más que la acumulación intrascendente de conocimientos abstractos y se pareció a un ring donde se hace sombra con el sí mismo.
La alegría hoy en manos de la banalidad de la autoayuda, tiene muchas manifestaciones. Puede ser la calma, la imperturbabilidad, el autogobierno inmanente y singular, la ferocidad de la burla. Pero sobre todo es la ausencia de dos grandes males humanos, llamados esperanza y temor, que hacen que el cogito del sujeto sea la sinrazón más absurda que se pueda concebir cuando se intenta luchar contra lo ineluctable y se obliga al cuerpo a expresarse en el logos del Imperio como única posibilidad social".
Otro fin del mundo es posible. Esta no es la primera vez que se derrumban ideales. No tenemos por qué resignarnos. Y menos aún aceptar el aburrimiento y el miedo. Silvestri, desde la mirada cimarrona y perra, nos lo fundamenta aprendiendo de los clásicos.
«La alegría, hoy en manos de la banalidad de la autoayuda, tiene muchas manifestaciones. Puede ser la calma, la imperturbabilidad, el autogobierno inmanente y singular, la ferocidad de la burla. Pero sobre todo es la ausencia de dos grandes males humanos llamados esperanza y temor que hacen que el cogito del sujeto sea la sinrazón más absurda que se pueda concebir cuando se intenta luchar contra lo ineluctable y se obliga al cuerpo a expresarse en el logos del imperio como única posibilidad social. Otro fin del mundo es siempre posible. Esta no es la primera vez que se derrumban ideales. No tenemos por qué resignarnos.»
SIN ESPERANZA Y SIN MIEDO: CÍNICOS, ESTOICOS Y EPICÚREOS
Leonor Silvestri
Amena, irreverente y provocadora vulgata, el libro recoge los cursos que durante el reciente confinamiento, la autora impartió en su afán de rescatar de filosofía clásica helenística de "los claustros de las altas casas de estudio" que la fosilizan. El hilo conductor: cómo construir una existencia feliz, cómo salir de los marcos establecidos, cómo romper con la norma de una vida pautada y reglada al milímetro. Y para ello, ¿qué mejor que repasar tanto las concepciones como las prácticas de los pensadores cínicos, estoicos y epicúreos?
Alguna vez la filosofía supo ser mucho más que la acumulación intrascendente de conocimientos abstractos y se pareció a un ring donde se hace sombra con el sí mismo.
La alegría hoy en manos de la banalidad de la autoayuda, tiene muchas manifestaciones. Puede ser la calma, la imperturbabilidad, el autogobierno inmanente y singular, la ferocidad de la burla. Pero sobre todo es la ausencia de dos grandes males humanos, llamados esperanza y temor, que hacen que el cogito del sujeto sea la sinrazón más absurda que se pueda concebir cuando se intenta luchar contra lo ineluctable y se obliga al cuerpo a expresarse en el logos del Imperio como única posibilidad social".
Otro fin del mundo es posible. Esta no es la primera vez que se derrumban ideales. No tenemos por qué resignarnos. Y menos aún aceptar el aburrimiento y el miedo. Silvestri, desde la mirada cimarrona y perra, nos lo fundamenta aprendiendo de los clásicos.
«La alegría, hoy en manos de la banalidad de la autoayuda, tiene muchas manifestaciones. Puede ser la calma, la imperturbabilidad, el autogobierno inmanente y singular, la ferocidad de la burla. Pero sobre todo es la ausencia de dos grandes males humanos llamados esperanza y temor que hacen que el cogito del sujeto sea la sinrazón más absurda que se pueda concebir cuando se intenta luchar contra lo ineluctable y se obliga al cuerpo a expresarse en el logos del imperio como única posibilidad social. Otro fin del mundo es siempre posible. Esta no es la primera vez que se derrumban ideales. No tenemos por qué resignarnos.»