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EL SILENCIO. LA DICTADURA EN EL DELTA, DE MARISA GONZÁLEZ
Durante la dictadura, la Armada Argentina contó con una red de casas operativas que funcionaron como centros clandestinos de detención, paralelos a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Frente a la presunta volatilidad de los testimonios, estos sitios eran la única materialidad que quedaba y, de encontrarlos, una prueba clara e irrefutable de los hechos denunciados. Por eso, los militares alteraban esos espacios y desplazaban a los cautivos. Se trataba de no dejar prueba material de los delitos.
La Marina argentina llevó en septiembre de 1979 a la isla o quinta El Silencio a un grupo de detenidos desaparecidos -hasta ese momento internados en la Escuela de Mecánica- ante la inminente visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ese lugar, alejado de todo y de todos se convirtió en el “lugar perfecto” para los planes de la Armada. Durante años, los sobrevivientes habían hablado de la isla El Silencio, la habían descrito en los juicios y habían intentado localizar las dos casas en las que habían estado recluidos Sin éxito. En la primavera de 2011 acompañada por una amiga isleña y una fotógrafa, localizamos el sitio. Después de recorrerlo y fotografiarlo me puse en contacto con los sobrevivientes, en ese momento miembros de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos (AEDD). Su testimonio fue vital para este trabajo y de ese primer contacto derivó una relación que se mantiene y estrecha cada día. Pero sentí que había algo más, que lo que pasó en esa isla no solo afectó a los detenidos, a los que lograron sobrevivir y a los que no, sino que todo el Delta sufrió y padeció esa oscuridad.
Este libro contiene varias historias entrelazadas: la de los que sobrevivieron para contarlo; la de los que fueron testigos silenciosos de la llegada de los cautivos; la de los jóvenes de hoy que recibieron miedo y desconfianza sin palabras y mi propia historia, la de alguien que vive entre dos mundos y se obsesiona -de manera difícilmente explicable para los demás- con una historia que parecía no ser la suya.
EL SILENCIO. LA DICTADURA EN EL DELTA, DE MARISA GONZÁLEZ
Durante la dictadura, la Armada Argentina contó con una red de casas operativas que funcionaron como centros clandestinos de detención, paralelos a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Frente a la presunta volatilidad de los testimonios, estos sitios eran la única materialidad que quedaba y, de encontrarlos, una prueba clara e irrefutable de los hechos denunciados. Por eso, los militares alteraban esos espacios y desplazaban a los cautivos. Se trataba de no dejar prueba material de los delitos.
La Marina argentina llevó en septiembre de 1979 a la isla o quinta El Silencio a un grupo de detenidos desaparecidos -hasta ese momento internados en la Escuela de Mecánica- ante la inminente visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ese lugar, alejado de todo y de todos se convirtió en el “lugar perfecto” para los planes de la Armada. Durante años, los sobrevivientes habían hablado de la isla El Silencio, la habían descrito en los juicios y habían intentado localizar las dos casas en las que habían estado recluidos Sin éxito. En la primavera de 2011 acompañada por una amiga isleña y una fotógrafa, localizamos el sitio. Después de recorrerlo y fotografiarlo me puse en contacto con los sobrevivientes, en ese momento miembros de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos (AEDD). Su testimonio fue vital para este trabajo y de ese primer contacto derivó una relación que se mantiene y estrecha cada día. Pero sentí que había algo más, que lo que pasó en esa isla no solo afectó a los detenidos, a los que lograron sobrevivir y a los que no, sino que todo el Delta sufrió y padeció esa oscuridad.
Este libro contiene varias historias entrelazadas: la de los que sobrevivieron para contarlo; la de los que fueron testigos silenciosos de la llegada de los cautivos; la de los jóvenes de hoy que recibieron miedo y desconfianza sin palabras y mi propia historia, la de alguien que vive entre dos mundos y se obsesiona -de manera difícilmente explicable para los demás- con una historia que parecía no ser la suya.